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"L'América", un film y algo más.
Odiseas de speranza

por Oribe Irigoyen

"L'América" es un filme de Gianni Ameglio. Se apoya y renueva la mejor tradición cinematográfica del neorrealismo italiano. Aquella que encontraba en el inmediato contexto social su inspiración temática, la fuerza testimonial de un ojo humilde y honesto, el potencial de un instrumento expresivo directo, sensible, ético, para abarcar la humanidad en toda la dimensión tragicómica que le ofrecía la realidad ( Roma, ciudad abierta, Ladrones de bicicletas, Milagro en Milán, etc.)

En esa dirección, L'América atiende a la estampida masiva de los albaneses, a partir de 1991 con el desplome del socialismo real y su corolario de caos, miseria y anarquía, hacia la cercana Italia, encarnación de la tierra prometida ( paz, libertad, pan, riqueza y felicidad)

Barcos atestados de gente y el propio título del filme constituyen símbolos confluyentes de las imágenes crudas y elocuentes de un poderoso fresco de picaresca individual y épica colectiva. Ellos y ellas, en peculiar simbiosis, logran una suerte de síntesis culminante acerca de uno de los grandes temas de la actualidad: la emigración masiva de los pueblos marginales que en el mundo son,hacia esas tierras de promisión -países ricos de relativa paz social, nunca se sabe -. Es la búsqueda de la América -"hacer la América" en "calles empedradas de oro", etc -, concepto acuñado, acaso, por españoles, italianos o rusos, vaya a saber, en los siglos XIX y XX, cuando el continente descubierto por Colón y su fama luminosa, los llevara a cruzar el Atlántico en las peores condiciones, huyendo de la hambruna, el progrom, la persecución política. Hoy es un concepto desparramado, en forma consciente o no, en el mundo globalizado. Puede traducirse en virulentas y masivas migraciones humanas, públicas, es un decir, o clandestinas de sampanes asiáticos, balsas caribeñas, barcos albaneses, camiones mexicanos de espaldas mojadas, a veces trágicos. O puede involucrar, a la larga, de a poco, todos los días, a multitudes en una sangría poblacional estilo Uruguay, por ejemplo, no tan intempestiva aunque no menos dramática en otro estilo - uruguayos atrincherados en iglesia madrileña contra ley discriminatoria.

Vieja como el mundo esa América utópica e ilusionada de mejor destino existió desde siempre, como sueño de la humanidad por un destino étnico, religioso, social o individual mejor. Y en plan de libertad anacrónica, fue odisea clásica griega, éxodo hebreo antiguo, peregrinaje cuáquero y puritano de los siglos XVII y XVIII europeos, hasta que, hacia los 1800 y 1900, se convirtió en correntada emigratoria europea en general e ítalo-española en particular hacia el Río de la Plata y la mismísima América real. Y se ganó la América. Además la tierra es redonda y el problema vuelve para atrás, hacer la Europa, sus componentes vitales y espirituales siempre han sido de ilusión para el futuro, nostalgia del pasado dejado atrás, el presente de desarraigo, lloro en el cuartito y fertilización humana de la Nueva Tierra -la huella digital del emigrante en la sociedad elegida como destino-. Y esa historia, al igual que a través de las otras artes, ha sido atendida por el cine en temáticas individuales o colectivas.

En una lista no jerárquica ni taxativa, a ojo de cubero regular, pueden citarse pequeños y grandes relatos de emigrantes en el cine. Desde las inolvidables imágenes clásicas de inmensas colas de gente, en pasillos como ganado junto a la estatua de la Libertad, en Carlitos inmigrante (Charles Chaplin, EE.UU., 1917 ), pasando por las sagas de Jan Troell, Los emigrantes ( Suecia, 1972 ) y La nueva tierra ( Suecia, 1973 ) sobre emigración sueca a Estados Unidos a fines del XIX, Matrimonio por conveniencia ( Francia-Australia, 1990 ) de Peter Weir sobre matrimonio blanco entre Gérard Depardieu y Andie McDowell, Camino de la esperanza (Suiza, 1990 ) de Xavier Koller para pareja turca y pequeño hijo perdidos en la nieve rumbo a Suiza, El té del harem de Arquímedes ( Francia, 1985 ) de Mehdi Charif sobre la discriminación y marginalidad argelina en París o Viento del Uruguay ( Suiza, 1988 ) del ítalo-suizo Bruno Soldini, en base a relatos de Juan José Morosoli y rodada en las Sierras de Minas, los emigrantes en la modestia o la grandeza de su peripecia, han mostrado un fuerte perfil humano en el 7º arte.

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